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Blog del Instituto de Orientación Familiar Altamar

lunes, 28 de febrero de 2011

“Tú haces que yo quiera ser mejor persona”. Escenas para reflexionar


Señalaba el realizador danés Carl Theodor Dreyer que entre la obra de arte y el ser humano existe una semejanza muy estrecha porque ambos tienen alma. Y el alma expresa una forma y un estilo. Por el estilo, el creador fusiona los diversos elementos objetivos de su obra, obligando al público a que vea el argumento con sus propios ojos, pero a su vez crea un puente con el espectador, y éste con los otros espectadores, su familia y con sus amigos. Pueden llevar por unas coordenadas de análisis e incluso de reflexión personal y colectiva de cómo mejorar cada uno y contribuir a la auténtica paz y felicidad, construyéndose unas relaciones humanas más auténticas, ordenadas, que nos llevan a conocernos mejor, que nos perfeccionan.

El libro "La Formación Ética de Niños y Jóvenes a través de la Literatura y el Cine", de Mª Ángeles Almacellas Bernadó, nos ofrece una visión diferente sobre la educación de valores. Resulta más que claro que las obras cinematográficas pueden ser un punto de partida común desde el cual las personas pueden dialogar y repensar sus propias historias, permitiendo la construcción de identidades individuales y colectivas. Es necesario que la persona sepa diferenciar los distintos tipos de realidad y la actitud que debe tener ante cada uno. Debe saber reflexionar para poder descubrir los procesos básicos del desarrollo humano y conocer las actitudes que le llevan a alcanzar su plenitud.

De igual forma, es esencial que la persona pueda interpretar la vida y reflexionar sobre sus conflictos, desarrollando así un pensamiento riguroso y una inteligencia con capacidad de profundizar y de conocer mejor su alma.

También la profesora Gloria Mª Tomás y Garrido, indica que el cine, como todo arte, es fuente para ampliar, profundizar y enriquecer la experiencia fáctica del hombre y analiza varias películas con auténticos contenidos de interés, algunas de las cuales quiero traer aquí brevemente.

Amar es dar

En La habitación de Marvin (Marvin´s Room, Jerry Zaks, 1996) se nos ofrece una aguda reflexión sobre la vida familiar y el sacrificio por los seres queridos. Marvin es un hombre mayor, enfermo; obligado a estar postrado, e incapaz de hablar; respira gracias a la botella de oxígeno. Tiene dos hijas: Bessie (Diane Keaton), que dedica su vida a cuidar con abnegación de su padre y de su anciana tía Ruth; y Lee (Meryl Streep) que se fue de casa, en parte porque le parecía inútil esa vida dedicada a un enfermo incurable. Las dos hermanas han ido distanciándose. Bessie no ha tenido tiempo ni para enamorarse, ni formar su hogar. Lee no ha llegado a triunfar. Al cabo de veinte años de separación a Bessie le han detectado leucemia, y la única posibilidad de curación es por un trasplante de médula de un pariente próximo. Por ese motivo, decide acudir a su hermana. 



Si la habitación de Marvin fue el lugar donde se puso de manifiesto el amor de una hija, la enfermedad de Bessie debe cumplir la misma función con el resto de la familia. Una conmovedora conversación entre las dos hermanas nos plantea una de las dimensiones más importantes del amor:

Bessie.- He tenido tanta suerte de tener a papá y a Ruth. He tenido tanto amor en mi vida...Ahora miro atrás y veo que he tenido tanto amor.

Lee.- Ellos te quieren mucho...

Bessie.- No. No quiero decir eso, no... Me refiero al amor que yo he sentido por ellos, he tenido tanta suerte de haber podido sentir tanto amor por alguien...

Toda persona conoce ese intercambio de bienes que llamamos amor, pero pocas veces se nos plantea tan directamente la importancia de “dar”. La dignidad de la persona se pone de relieve al recibir amor, pero en este caso se nos revela algo importante: hay más dignidad, y felicidad en dar que en recibir. El encuentro con el dolor es siempre una prueba importante para la persona, una oportunidad de acrecentar el temple ético. El dolor es un callejón oscuro que reclama una luz que de sentido. Además, la persona que sufre, no sólo sufre en presente; tiene memoria y tiene capacidad de anticipación; es la única criatura que sufre por adelantado. Pero la persona, con su capacidad de amar, puede convertir el sin-sentido del sufrimiento en algo con sentido. Puede decir en medio del sufrimiento: “he tenido tanta suerte de haber podido sentir tanto amor por alguien...”

“Tú haces que yo quiera ser mejor persona”

En Mejor imposible (As Good as It Gets, James L. Brooks, 1997) Jack Nicholson encarna a Melvin, un solitario y rico escritor de novelas románticas, sumamente egoísta y neurótico, esquizofrénico y obsesivo; ofende a todo el mundo de manera cruel resultando una persona francamente insoportable. Ofende a su vecino de lujoso apartamento, un joven pintor (Greg Kinnear), descaradamente homosexual. Molesta a los clientes y al servicio del restaurante al que diariamente va: sólo Carol (Helen Hunt), la sencilla camarera ­madre soltera­ que le atiende, y no quiere en absoluto otra, sabe pararle los pies. Así las cosas, entre estos tres personajes ­interpretados de modo sobresaliente­ y sus respectivos mundos, se van a crear unas relaciones de amistad y amor que, dentro de lo que cabe, harán de ellos mejores personas.


Poco a poco Melvin irá descubriendo que se ha enamorado de Carol, pero su proverbial torpeza sentimental dificulta enormemente la relación. Un día la invita a cenar en un restaurante y tras una serie de desafortunadas intervenciones consigue enfadarla de tal modo que Carol le amenaza con marcharse si Melvin no es capaz de decirle un cumplido inmediatamente:

Melvin. –Verás. Tengo una dolencia. Mi médico, un psiquiatra al que solía ir continuamente, dice que, en el cincuenta o sesenta por ciento de los casos una pastilla ayuda mucho. Yo las odio. Son muy peligrosas. Odio. Aquí utilizo la palabra odio para referirme a las pastillas. Y mi cumplido hacia ti es que aquella noche cuando viniste a mi casa y me dijiste que nunca te... vale, bien, estabas allí, bien, ya sabes lo que dijiste. Bien, mi cumplido para ti es que por la mañana empecé a tomar las pastillas.

Carol. – No logro captar por qué es un cumplido para mí.

Melvin. – Tú haces que quiera ser mejor persona.

Carol. – Puede que sea el mejor cumplido de toda mi vida.

La vida tiene cosas buenas y malas, pero estar siempre abiertos a recibir, a reflexionar, a aprender, a mejorar y poder hacerlo gracias a otros y por otros es, sin duda, una de las esencias de la vida.

Otro ejemplo de esta relación entre los grandes valores del cine y el humanismo cristiano es la impactante voz en off de la lectura que hace el personaje de Rodrigo Mendoza, interpretado por Robert de Niro, en la película La Misión (The Mission, Roland Joffé, 1986) donde lee el inolvidable himno a la caridad del apóstol San Pablo. Este impactante himno sigue hoy más vigente que nunca y debería releerse con asiduidad por creyentes y no creyentes. Si el padre Gabriel -Jeremy Irons-, comienza su camino con su fe y una flauta, terminará mártir pero manteniendo siempre una confianza admirable en el poder de la oración y de la caridad; mientras su compañero Rodrigo sólo creerá en la fuerza de la espada.

Recientemente las sagas de El señor de los anillos o de Las crónicas de Narnia también reflejan claramente como resurgen nuevamente en la pantalla los grandes valores de este humanismo y la eterna lucha entre el bien y el mal.

Muchos productores y realizadores deberían profundizar en los motivos por los que las películas con valores cercanos al humanismo cristiano, de una forma más o menos explícitas, suelen resultar tan rentables, cuando cuentan, claro está, con unos parámetros mínimos de calidad formal o estética y con un guión bien desarrollado que consiga atraer al espectador, que no quiere perder el tiempo y sí rentabilizar el precio de su entrada en las salas de cine.

Resulta siempre interesante pararse a reflexionar sobre el cine y es curioso observar cómo, por encima de crisis de todo tipo, emergen en la pantalla una y otra vez los grandes valores del auténtico humanismo cristiano.

Ramón José Noguerol Gómez

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